Mi paraíso es verde, tupido, tropical. Es un verde sin esfuerzo que impulsado por la maravillosa riqueza de nuestro suelo. Mi paraíso goza del lujo vegetal de mi país, sus árboles y sus matas, sus verdes y sus sombras, sus frutas y sus sonidos. Vivo con sed de verde. Tengo 10 años viviendo en el desierto: primero en Egipto, después en el Líbano y ahora en el árido norte chino. Verde, lo quiero todo verde.
foto de Francisco Bethencourt, en flickr
Será por eso que me gusta tanto el túnel vegetal que lleva a mi edificio. Lo he fotografiado por lo menos una vez por semana para marcar el paso de las estaciones. En el invierno espero a la primavera con la misma ansiedad e impaciencia que debe haber sentido Napoleón a las puertas invernales de Moscú. En el verano las verdes sombras acarician mis huesos caribeños. Pasar por debajo de esos árboles es un respirito, una promesa, del verde tropical.
Verde que te quiero verde.
Verde viento.
Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.
Con la sombra en la cintura
ella sueña en su baranda,
verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Verde que te quiero verde.
Bajo la luna gitana,
las cosas le están mirando
y ella no puede mirarlas.