Hoy fuímos a esquiar. Scott, Andreína, Michael y yo. A Michael lo tuvimos que vestir y llevar dormido al carro, pues le gusta dormir. Andreína por supuesto estaba despierta desde las 6. La montaña donde esquiamos hoy queda a una hora de viaje, asi que para cuando llegamos los dos niños estaban despiertos y listos para el día.
Eso hasta las 12, cuando Michaelito se hartó del frío y de las botas apretadas. Aunarle a eso la falta de desayuno, y la llorantina fue fuerte. Al final se acomodó solo el niño porque no cedimos a su insistencia de irnos a la casa, y después de eso no quiso entrar hasta que cerraron la montaña. Eso sí, esquió entre las piernas de su papá casi todo el tiempo. Así cualquiera. Menos mal que Scott hace abdominales todos los días y la espalda no le duele.
Andreína, por el contrario, no quiso sino esquiar, esquiar, esquiar. Hoy esquió por primera vez solita, y cuando se dio cuenta de que lo podía hacer independiente de mí o su papá, nos apartaba para que la dejaramos ir. Vió a unos adolescentes hacer saltos sobre una colinita, y para allá se iba. Hasta para bajarse del teleski la tuve que aguantar. Por su cuenta ella se hubiese lanzado y pa´ bajo. Al último momento la pude agarrar. Si no la hubiese detenido, ella hubiese bajado directo sola y sin que nadie la pudiese alcanzar. A su edad, Michael no se atrevía ni a pararse solo sobre los esquís.
Mañana volvemos a esquiar, pero ésta vez con Grandma Ginny. Tengo la esperanza de que Michael quede tan motivado por esquiar con la abuela que no le den rabietas durante el día. A Andreína le voy a comprar un harnés que venden para los niños adelantados como ella. Mi espalda me lo va a agradecer porque para mí llevarla entre mis piernas es tremendo workout.
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