Por supuesto que fui a Disneylandia. No fue lo mismo verla completamente con ojos adultos y sin disfrutar el encanto de mis hijos, pero pude entrar a todos los shows sin tener que pelear con ellos porque les parecen aburridos y disfruté las tiendas sin que me apurara mi marido. ¡Hasta comí rico y sin compartir! Mi mamá dice que él que tiene hijos no termina ajito, es decir, satisfecho, pero ésta vez disfruté hasta el último bocado. El sentimiento de culpa, firmemente ignorado, gracias.
Viajé a Hong Kong para una conferencia el lunes. Con el cuento de que podía adelantar las compras del Niño Jesús, me fui el sábado. Pasé el domingo en la mañana de compras, sin apuros ni negociaciones, y la tarde con mi amigo Alejandro y su familia. Fue un día lindísimo, terminando la tarde con una misa en español, algo que no he vivido desde que salí de Venezuela.
Mi conferencia estuvo bien. Aprendí un poquito y encontré validación de mucho de lo que estoy haciendo. Me conseguí con una amiga que trabajó conmigo en el Líbano y que ahora está en Hong Kong, también como bibliotecaria. Pasamos el día juntas y luego me fui a hacer turismo. Me fascina el contraste entre lo tradicional y lo moderno, y Hong Kong está lleno de ejemplos. No tomé suficientes fotos, lo siento, pero así tengo excusa para regresar.
Si tienen oportunidad de viajar a Hong Kong, no vacilen. Es una ciudad con mucha vida y mucho que ofrecer.