Casi siempre los sustos son pequeños, y de allí el nombre del club: que si el bebé no come o llora mucho (o si come demasiado y no llora por nada), si se cayó y el raspón se ve infectado, si se le rompió el corazón al darse cuenta de que no puede volar como Superman or porque los amiguitos no lo invitaron a la fiesta, que si es tarde y no ha llegado, que si anda triste o enojado y no cuenta porqué, que si hay alguién que lo atormenta en el colegio (un bully), que si nadie se da cuenta de que tu hijo es un genio.
Yo he tenido la suerte que siempre han sido sustitos, pero hace tres semanas, tuvimos un sustote.
Nos estábamos regresando de unas maravillosas vacaciones en Austria. Habíamos regresado el carro de alquiler, e íbamos con buen tiempo a registrarnos para el vuelo. Mi marido y mi hijo, con sus largas piernas, iban adelante de Andreína y yo. Ella detrás mío me llamó para decirme que había visto a Tianjin, donde vivimos por 13 años, en la pantalla de los vuelos de salida. Yo no le puse mucha atención para alcanzar a los varones.
Al final de pasillo donde estábamos, el corredor tomaba para la izquierda. Yo pasé por las puertas que separaban los dos pasillos y de pronto no veo a Andreína. Dí la vuelta y me regresé a la puerta a llamarla para que se apurara y allí ví a tres turistas alrededor de un bulto negro en el piso. Era Andreína, desmayada pero convulsionando. Cuando llegué ví como sangraba de la nariz y de la boca. Los turistas ya la tenían en posición de emergencia e intenté llamar a los servicios de emergencia, pero me respondió una máquina en alemán. Una de las turistas llamó por su cuenta, menos mal, y en diez minutos llegaron los paramédicos. Para entonces Andreína ya había recuperado la razón, pero lloraba. La sangre resultó ser de cuando se mordió la lengua al caer. Tenía un tremendo chichón en la frente.
Con los paramédicos llegó un doctor que dijo que había que llevarla al hospital más cercano, por suerte nada más a 20 minutos. En el hospital la ingresaron a la sección de pediatría y la llevaron a hacerle un encefalograma. Se cuenta rápidamente, pero fue eterno la espera por la ambulancia, en el proceso de admisión, y por la consulta con el pediatra y el neurólogo. Una vez regresada a su habitación y ella más calmada, nos contó todo lo que sintió y se mostró preocupada por tener que viajar. Nos dijeron que tenía que quedarse por lo menos 24 horas en observación.
Eso fue el viernes. El sábado Scott insistió que yo regresara con Michael para comenzar las clases. Yo no estaba muy contenta con la decisión, pero resultó que los médicos no le prestaron atención a Andreína todo el sábado. En Austria los fines de semana son sagrados. La única consolación para nosotros fue pensar que si hubiese algo grave, la visitarían a menudo. El sábado en la noche por fín llegó el neurólogo a discutir los resultados del encefalograma, que no mostraron nada. Le prescribieron una medicina que se debe tomar si le da de nuevo y le dieron de alta. Scott y ella se montaron en un avión al día siguiente sin problemas.
Una vez en el Cairo, le conseguimos neurólogo. El le mandó a hacer una resonancia magnética del cerebro y otro encefalograma, pero de seis horas. Nos toca ir el miércoles a recibir los resultados y discutir el diagnóstico.
Total que ahora somos miembros del Club de los Sustotes también. Menos mal que además de sustos y angustías, también hay amor y alegría. Andreína no ha tenido más ataques y está muy tranquila. Hoy está en un torneo de basquetbol y aunque perdieron todos los juegos, Andreina jugó súper bien. Sigue con todas sus actividades y cumple con sus deberes del colegio, así que no nos podemos quejar. Ojalá el neurólogo nos bote del Club de los Sustotes el miércoles, con ser miembro del de los sustitos tenemos.