martes, 31 de julio de 2007

Resoluciones y la realidad

Se me acabaron las vacaciones. Como siempre, los últimos días antes de salir para China son un corre-corre, empacando, limpiando el apartamento, despidiéndonos de los amigos y nuestros sitios preferidos, y haciendo las compras de última hora. Al empezar las vacaciones en junio resuelvo hacer las cosas diferentemente, pero cada año la realidad se impone.

Abajo algunas de las resoluciones que adopté en junio, y las realidades que se impusieron.

Resolución: Este año voy a comprar las cosas que no conseguimos en China temprano, y no al último momento.

Realidad: Sobre todo una vez que llegamos a la casa de la playa, todos los días de las vacaciones se convierten en un solo día eterno. Siempre hay mañana para hacer las compras y demás diligencias. El único problema es que entonces el final llega tan de repente que nos quedamos con el mercado a medio hacer. (A China nos llevamos harina pan, condimentos y especies, morrales y loncheras para mis hijos, juguetes, analgésicos, café, Splenda, libros, y bolsas plásticas con cierre, entre otras cosas.) (¡Cognus! Se me olvidó comprar gelatina y pudín instantáneo.) (¡Y las semillas de ají dulce!)

Resolución: Este año vamos a ir a los museos de historia y de arte, y vamos a explorar el parque nacional que nos queda detrás de la casa.

Realidad: Entre la playa, la biblioteca, el automercado, la lavandería automática y una que otra salida al cine, nos entretenemos tanto que se nos olvida cambiar el panorama. Además, la playa también es parte del parque nacional. Eso tiene que contar.

Resolución: Este año voy a hacer manualidades y actividades dirigidas con mis hijos.

Realidad: Qué fastidio comprar los materiales y después guardarlos – y al final de verano, lo tendría que botar todo. Mejor que los chamos aprendan a entretenerse solos.

Resolución: Este año vamos a comer pescado a menudo porque vivimos a la orilla del mar y el pescado es súper fresco.

Realidad: Para comer pescado, tendría que cocinarlo yo. ¿Cuenta el atún enlatado?

Resolución: Este año voy a leer libros de pedagogía para profundizar mis conocimientos de la profesión.

Realidad: Hay tanta ficción escapista y nada más cinco semanas para leerla. No tengo tiempo para las cosas serias.

Resolución: Este año no voy a comprar zapatos y sobre todo, no voy a comprar más sandalias que solo puedo usar por tres meses en China.

Realidad: Nada que ver. Soy mujer y venezolana, ergo, no perdono una zapatería. Eso sí, éste año no compré sino un par de suecos Crocs. Los estilos de sandalias no me llamaron la atención y se me acabó el tiempo sin haber mirado los zapatos cerrados. Menos mal que tengo las resoluciones rotas de 8 años esperándome en mi closet zapatero chino.

Resolución: Este año llegaré al final de las vacaciones satisfecha y relajada, lista para emprender al año nuevo con entusiasmo y renovados ánimos. No me voy a estresar con los nervios pre-aeropuerto de mi marido, y sobre todo, voy a dar gracias por muchas bendiciones que nos aporta esta vida nómada nuestra.

Realidad: Y si cumplo con ésta, ¿de qué escribo?

domingo, 29 de julio de 2007

En tránsito

Salgo el 30 para China y llego el 31. Empiezo a trabajar el 1ro de agosto, así que hasta luego. Nos vemos desde Tianjin.

domingo, 22 de julio de 2007

Toy te reveto

- Toy te reveto. Toy te reveto, llora el niño en la fiesta.

Le tengo alergia al trigo. Afortunadamente no es de la alergia aguda que requiere inyecciones de emergencia porque el trigo está en todo, incluyendo muchos productos que uno no imaginaría: salsa de soya, ketchup, y salchichas, por nombrar varios. Es muy difícil dejar de comer trigo. Me consta.

A mi lo que me da es que no digiero bien los alimentos con trigo. A veces mi alergia se revela con gases o malestar estomacal, pero a veces me da una indigestión terrible.

- Toy te reveto, sigue llorando el niño sin que nadie lo pueda consolar.

Anoche por ejemplo, me levanté a la 1 de la mañana con la desagradable y demasiado familiar presión en el estómago y la espalda. (Fue el cumpleaños de mi hijo. Pizza y ponquecitos. Doble ración de trigo.) Mi acupunturista en China me dice que el dolor en la espalda es en el punto de la vesícula. A veces me ayuda sentarme con la espalda contra la pared para pisar ese punto. A veces lo único que hay que hacer es aguantar el dolor. Después de una noche indigestada, ese punto continúa doliéndome por un par de días.

- ¡Toy te reveto!
Desesperados, los anfitriones buscan al hermanito mayor del niño.


Anoche no fue grave – un par de pastillas, un par de horas de insomnio y ya. Nada como la legendaria indigestión que me dio cuando visité a Venezuela después de siete años de exilio. Llegué un lunes y para el jueves me había desquitado la nostalgia gastronómica de esos siete años a punta de comilona. Celebré pasando la noche en el baño. Del tiro se me curó el jet lag.

- Toy te reveto, le dice el niñito a su hermano mayor cuando ese por fin llega.

En otra ocasión, esta vez en Miami, me eché una hartada de pernil, en un sándwich cubano del tamaño de La Habana. Muy rico cuando me lo comí, pero no terminó de bajar y se me quedó estancado en el estómago por seis horas. Fue horrible. Pensé que me moriría y tan sólo la ignonimia de morir por glotona me permitió sobrevivir para contarlo.

Obviamente, la solución es no comer pan, galletas, tortas, pasta, salchichas, embutidos, salsa de soya y demás alimentos con trigo. El pez, a fin de cuentas, muere por la boca. Tengo que escuchar al hermanito mayor del cuento.

- Pa’ té tome tanto, ¿puej?

Traducción:
Toy te reveto - Estoy que reviento
Pa té tome tanto puej - ¿Para qué comes tanto, pues?

viernes, 20 de julio de 2007

A-Fitzionados al beisból

El miércoles el Fitzianote, el Fitzianito, y el Fitzi-abuelo fueron a ver el partido de las Medias Rojas de Boston. Scott (mi marido, el Fitzianote) conoció al presidente de las Medias Rojas en China en mayo, y él le invitó a ver un partido en el estadio Fenway en Boston.

Para los tres Fitzies fue como un sueño. Llegaron temprano para ver la práctica de bateo y encontraron que los asientos que les dieron eran en el club de los VIP. Les entregaron el menú del restaurante cuatro estrellas del club y les dijeron que todo ya estaba pagado. Estaban detrás del catcher, en el segundo nivel de asientos. En casa antes de salir, les habíamos preparado avisos que proclamaban: "Three Generations of Red Sox Fans", pero la cámara no los vió. Aparte de esa mini-decepción, la noche fue perfecta.

lunes, 16 de julio de 2007

¿Sancocho de gallina?

Estábamos chiquitos e íbamos en una camioneta picó rumbo a El Hatico. Yo tal vez tendría 7 años, o sea que mi hermana tenía 6 y mi hermanito 4. Era época de vacaciones, y estábamos en Baragua, en el estado Lara. Si han leído Cien Años de Soledad, conocen a Baragua. La población humana en esa época era tal vez 1000 personas. La población de chivos (cabras) era por lo menos 10 mil. No recuerdo si El Hatico era un pueblo, o nada más como se llamaba la casa de unos primos.

Baragua es el pueblo de donde viene mi papá. Cuando estábamos pequeños, pasábamos allá las vacaciones de verano. Probablemente solo una semana, pero desde mi perspectiva infantil, eran meses y meses de vida rural. Nos gustaba ir, siempre había cosas nuevas que hacer: cazar chivos, cosechar almendrones con los amiguitos en la plaza, explorar el abasto y “ayudar” a vender, jugar bajo la lluvia, y montarnos a la mata de mamón hasta que de tanto comer mamón, nos quedaban los labios pegados contra los dientes.

El día en cuestión íbamos a un sancocho. Aclaro aquí que en Venezuela, un sancocho es a la vez una sopa que se cocina durante largo tiempo, y la fiesta que se monta mientras uno espera que el sancocho esté listo. A menudo es de gallina. Es una carne dura que se tarda mucho en ablandar. Mientras más largo dura la cocción, más tiempo para tomar cerveza mientras se espera. O sea que probablemente se escoge la gallina más vieja.

A mitad de camino, la camioneta se detuvo. Es posible que habían dos camionetas, no recuerdo con exactitud, porque estábamos medio dormidos a pesar de que la carretera a El Hatico era de piedra y mejor dispuesta para chivos que camiones. Supe que mucha gente se bajó a mirar algo, y escuché que alguien dijo que le habíamos pasado por encima a una culebra (serpiente), y que era grande. Me debo haber quedado dormida, porque lo que recuerdo después es llegar a la casa grande de El Hatico, y bajarnos a tomarnos una colita Márbel. (¿Quién recuerda la colita Márbel? Para mi paladar de 7 años era la champaña de los refrescos. Súper rica y refrescante. ¡Me hace una falta!)

Después de mucho tiempo, que pasamos jugando metras, espantando chivos, y demás juegos infantiles, nos llamaron a comer. Recuerdo que tenía hambre y me contentó recibir mi plato de peltre lleno a rebozar con sancocho. Entre la yuca, el apio, y el caldo, se asomaba un pedazo de cuello de gallina. ¡Qué decepción! Yo por supuesto quería el muslo, así que con cuidado para no botar mi porción fui a ver a mi hermana, a ver que presa le había tocado a ella.

Cuello también. Debieron ser dos gallinas las que sancocharon. A fin de cuentas, éramos muchos en la fiesta. Ni modo. Nos consolamos mutuamente. “Somos chiquitas y además hembras, por supuesto somos las más despreciadas y nos dieron los pedazos de la gallina que no quiere más nadie.”

Con esa resignación femenina, nos acercamos a mi hermanito. El, como el más pequeño y el único varón, era el príncipe preciado. Seguro a él le dieron un muslo, y tal vez se lo podríamos quitar – er, quiero decir tal vez lo compartiría con sus hermanas queridas.

Cuando le vimos el plato, otro cuello. Fue entonces que nos dimos cuenta de que el sancocho no era de gallina.

Dicen que la culebra sabe a pollo. No sé, si me la comí fue la última vez en mi vida. Eso sí, el refrán de esa tarde debe haber sido "más vale culebra en mano que cien gallinas volando."

sábado, 14 de julio de 2007

Las siete maravillas del mundo moderno

Hace una semana, el 7 del mes 7 del año 07, terminó un concurso para nombrar las siete maravillas del mundo moderno. Con la excepción de las pirámides de Egipto, las siete maravillas de la antigüedad ya han desaparecido, por lo que a alguien se le ocurrió que necesitábamos siete más. Las siete nuevas maravillas son el Taj Majal, el Coliseo, Machu Pichu, la Gran Muralla china, el templo de Chichen Itza, Petra y el Cristo de Río de Janeiro. (Por cierto que de las siete, he visitado cuatro. Me faltan Taj Majal, Machu Pichu y el Cristo. Pa’ lla voy.)

Las siete maravillas siempre han sido arquitectónicas. Como no me enteré del concurso hasta después del cierre y lo que sé de arquitectura es de conversar con mis amigos arquitectos de la Simón, aquí les pongo mi lista de las maravillas del mundo. Ninguna es un edificio, pero todas son monumento a la ingenuidad humana.

1. El Internet – hay una cantidad despampanante de información en el Internet, y toda ha aparecido en los últimos diez años. Desde el nerdo más adelantado hasta la abuela más tímida puede usar el Internet, y en prácticamente todos los rincones del mundo se puede descargar y montar información a la red (aunque los chinos a veces no me quieran dejar). Y ni hablar de la blogósfera.

2. Telas sintéticas – ahora hay unas telas que hacen con botellas de plástico reciclado que son suavecitas y de colores hermosos. ¿A quién se le ocurrió usar esas botellas por primera vez? Y hablando de reciclaje, ¿ya se anotaron con el compromiso de LiveEarth?

3. Que el hombre haya llegado a la luna – me parece asombroso que el hombre haya llegado a la luna en los años 60, con lo poquito que sabían de informática. La computadora en el módulo lunar tenía 32 K de memoria; una calculadora de bolsillo tiene más memoria que eso. Algunos de los interruptores de las computadoras en Cabo Cañaveral y del módulo lunar tenían que ser usados para siete instrucciones diferentes, y gran parte de la programación era para asegurarse que cada interruptor sólo tuviese una instrucción a la vez.

4. La máquina de fax – tomas una fotocopia de un documento aquí, y te sale por allá. Eso es magia.

5. Duct tape – es una cinta adhesiva plateada reforzada con hilo. Es super fuerte y resistente. Este es el voto de mi marido. El usa duct tape para todo tipo de reparaciones: la tabla de surf, el mata burros del carro, la bicicleta, los cascos deportivos, la nevera, el travesaño de la cama de mi hijo, etc. Tiene un par de guantes de esquiar que compró hace 20 años que ya son más duct tape que guante, pero que el me jura que son los más cómodos y más calientes que tiene.

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Tuve que interrumpir la redacción porque mi marido tuvo un accidente con la bicicleta y lo tuve que ir a buscar. Se lesionó el hombro. No es serio pero tiene que estar en reposo por varios días. Me va a tocar amarrarlo a la cama con el duct tape bendito. El es hiperkinético y no va a querrer quedarse tranquilo.

Del tiro se me olvidó lo que tenía pensado para las dos últimas maravillas. Se las dejo a ustedes.

viernes, 13 de julio de 2007

Lo que yo hago

Varias personas dentro y fuera de la blogósfera me han preguntado que es lo que hago, así que aquí les contesto.

Mi marido y yo somos maestros en un colegio internacional. Hay colegios internacionales en todas las grandes ciudades del mundo, y hasta en algunas pequeñas. Por colegio internacional quiero decir escuelas primarias y secundarias que tienen docentes “importados” de otros países. En Caracas, por ejemplo, están el Colegio Internacional de Caracas y Escuela Campo Alegre. La mayoría de los maestros ahí son de EEUU.

Por lo general los alumnos en los colegios internacionales son hijos de diplomáticos o empleados de multinacionales que han sido asignados a otro país por unos años. A veces se regresan a su país al final del contrato, y a veces se mudan a otro país, dependiendo de la asignación que reciban los padres.

En mi colegio se enseña en inglés. En la primaria, tenemos clases de mandarín cuatro veces por semana. En la secundaria, se ofrece mandarín, francés, coreano y español. Estas son clases de idioma, lo demás se enseña en inglés. Como maestra de segundo grado, enseño matemáticas, lengua, ciencia, estudios sociales e informática. No enseño inglés, más bien enseño EN inglés, pero obviamente hay niños que llegan sin hablar inglés y aprenden para poder estudiar y socializar. (Hace treinta y pico de años, mis hermanos y yo fuimos unos de esos.)

Casi todos los colegios internacionales son extremadamente caros en comparación con las escuelas nacionales. El colegio donde estamos nosotros en China, por ejemplo, cuesta entre 12 y 16 mil dólares EEUU al año, dependiendo de la edad del alumno. Las compañías y embajadas que traen a los padres son, en la mayor parte, las que pagan las matriculas, y ello permite mantenerlas elevadas y así remunerar a los maestros a quienes se paga un sueldo, pasajes a su país de origen, y alojamiento “de estándar internacional” (así dicen los contratos) además de los usuales beneficios de seguro médico y matricula para los hijos.

El colegio donde estamos ahora es uno de los mejores pagados en China, y la ciudad donde vivimos no es cara. Encima de eso, no pagamos impuesto: en EEUU estamos exentos por vivir en el extranjero, y en China porque el colegio nos lo cubre. Así logramos ahorrar uno de nuestros salarios, sin hacer demasiados sacrificios. Tenemos dos domésticas y chofer, viajamos a menudo, salimos a cenar y de compras, consentimos a nuestros hijos, y en general vivimos bien.

Mis hijos estudian en mi colegio. Como es un colegio relativamente pequeño, de 400 alumnos, los veo a menudo. Están aprendiendo a tener mentes abiertas y son ciudadanos del mundo. Hablan tres idiomas: inglés, español, y chino. Mis hijos no son más inteligentes que sus congéneres en EEUU o Venezuela, pero es que han visto más.

Tenemos diez años en esto, primero en Cairo, luego en el Líbano, y desde hace seis años en China. Tenemos contrato en China por dos años más y luego, quien sabe a donde iremos. Pasamos el año escolar en el país y regresamos a EEUU para las vacaciones de verano, donde mi marido, que es gringo, trabaja como salvavidas en Cape Cod. Eso nos permite tener una base donde pasamos la mayor parte de nuestros dos meses de vacaciones, y también les da un punto de referencia en EEUU a mis hijos porque aquí regresarán algún día aunque sea nada más para ir a la universidad y luego iniciar sus propias carreras internacionales.

Esta vida nómada tiene sus desventajas, por supuesto. A veces hay peligro de guerra o epidemia en el país. Muchos de nuestros amigos han sido evacuados del país por lo menos una vez. No nos ha tocado todavía, gracias a Dios, pero tenemos la maletita de evacuación preparada por si acaso. Estamos lejos de la familia, así que las celebraciones y las tragedias las vivimos por email, y terminan más chisme que otra cosa. Nuestros amigos más cercanos están regados por todo el mundo, gente con quienes compartimos intensamente por un par de años, y luego nos separamos porque ellos o nosotros nos mudamos de colegio. Por lo general los maestros internacionales se mudan a menudo pues la grama siempre está más verde del otro lado de la frontera, y así, aunque somos ciudadanos del mundo, no pertenecemos a ningun país sino a nuestra familia.

Como estamos solos, nuestra familia de cuatro está vinculada con lazos apretaditos. Mi marido es mi mejor amigo, compañero, y agente de viajes además de pareja, más que lo sería si viviéramos en EEUU o Venezuela, por la simple razón de que no hay más nadie. ¡Menos mal que escogí bien!

¿Por qué hacemos lo que hacemos? Por supuesto una de las razones es el vil lucro. Como maestros no podríamos aspirar a éste estilo de vida en EEUU o en Venezuela, pero en el extranjero somos ricos. También está la oportunidad de viajar y ver el mundo, pero sobre todo, estamos aquí por nuestros hijos, para ofrecerles una educación muy diferente a la que tendrían de lo contrario – y no me refiero a la educación académica sino a la extra-curricular donde aprenden de geografía escalando la Gran Muralla de China y visitando las pirámides de Egipto, lingüística comparativa paseando entre Tianjin, Miami y Cape Cod, ecología entre los bosques de Europa, matemáticas con el cambio de monedas y diplomacia internacional jugando en el recreo.

martes, 10 de julio de 2007

Mil y un recuerdos de Egipto

Jacquie quería saber de cuando vivimos en Egipto y porque nos gustaría regresar allá. Para contarle necesitaría mil y una noches. No tengo fotos de esa época. Lo que tengo es un mosaico de recuerdos...


  • el atardecer pinta la ciudad de dorado todas las tardes. No sé si es el reflejo del sol sobre la arena o la magia acumulada de millones de atardeceres

  • hay escaleras de piedra en el mercado que tienen una depresión en el medio de cada escalón. Es la huella de todos los pies que han subido por ahí en mil años.

  • las fresas del fayum, el oasis que alimenta a Egipto. Solo las hay en temporada y la anticipación las endulza

  • en cuarto grado estudiamos a los antiguos egipcios. A mí me tocó, con una compañerita, a investigar el sistema de irrigación de los egipcios. Hicimos un diorama con arcilla, palitos y pabilo, y logramos en miniatura reproducir como los egipcios traían agua del Nilo. En un viaje por el Nilo, ví a los verdaderos - idénticos al mío de cuarto grado.

  • si viajas por el Nilo se pueden ver las cañas donde dejaron al bebé Moises
  • en el desierto a cada paso hay huellas históricas: pedacitos de ánfora, monedas romanas, dientes de dinosaurio, monumentos a dioses perdidos
  • koshari, comida de pobres con sabor a dioses: arroz, lentejas, cebollas acarameladas. Las venden en cada esquina, y cada carrito tiene su selección de salsitas para acompañarlos. Una comida completa cuesta menos de 50 centavos de dólar.

  • las formas escondidas entre las piedras y las dunas del desierto

  • nosotros vivimos en Mahdi, la "ciudad jardín". Aún así, el desierto no se deja olvidar. Comienza donde los jardineros dejan de regar.
  • vestirme sin que se me vean los tobillos o los brazos

  • pasear en felucca (barcos) por el Nilo al atardecer o a cualquier hora

  • arena omnipresente que cubre y envejece todo al instante. Los mercados y jardines son oasis de color entre tanto marrón y beige
  • el Cairo huele a coctel de arena milenaria y diesel moderno

  • ver a las pirámides en la distancia desde la autopista regresando del trabajo

  • el muezzin marcando las horas del día desde el minarete detrás de mi apartamento

  • la semana va de domingo a jueves

  • acostarme a tomar la siesta después del rezo del viernes y despertarme con el llamado del a la oración de las cinco

  • bokra - mañana. Después de 10 mil años de historia, no hay apuro alguno

  • el mercado Khan el Khalili tiene un par de puertas medievales que han quedado abiertas cementadas por la arena, el polvo y la mugre de mil y una noches

  • hay un restaurantico en Khan el Khalili que es un oasis de tranquilidad y frescura dentro de la aridez y la bulla del mercado. Supuestamente es el favorito de Nahib Mahfouz. También es favorito mío.

  • shisha y café turco. La shisha es el nargileh, la pipa de agua. Con la shisha, fuman tabaco con olor a manzana. Si fuera hombre, mi pasatiempos favorito en Egipto sería sentarme en un café a fumar y mirar pasar a la gente. Dicen que todo el mundo pasa por lo menos una vez por el Khan el Khalili.

  • vestirme de galabeya

  • trabajamos en el peor colegio del mundo. Solamente duramos un año. Tres de mis colegas ni eso. En el recreo de la mañana, me paseaba por donde los muchachos grandes jugaban futból con la esperanza de que me dieran un pelotazo y tener permiso médico para no ir a trabajar en la tarde

  • viajamos mucho ese año: a Petra, al Sinai, al Líbano, al Sahara, a Israel, a Amsterdam y a Paris

  • la carretera del Cairo a Sharm el Sheikh por la costa del Sinai, el mar rojo por un lado y las muelas de Dios del otro (así le decía yo a los cerros de la costa)

  • subir el cerro de Santa Caterina a media noche para ver el amanecer desde la cima. Ahí fue donde Dios le entregó a Moises las tablas de los mandamientos. Muchos peregrinan para allá. La noche que yo fuí, llegamos después de un coro nigeriano que cantaban hermosísimas polifonías de alabanza. Desafortunadamente después llegaron unos colombianos evangélicos gritones y desafinados. Yo no sé a Dios, pero a mi me gustaron más los africanos.

  • bajar de Sta Caterina a desayunarnos con la mejor baklava del mundo: miel santa y hojaldre celestial

  • quedarnos en un campamento beduino a la orilla del Mar Rojo, en un conuycito árabe, donde nos arrulló el mar y la brisa

  • desayunarme con yogurt, pan sirio y aceitunas. Cenar con paloma y ensalada de menta.

La ciudad es enorme, polvorienta y contaminada, pero cada pedacito del mosaíco es tan bello que se lo perdono. Este fotógrafo capturo un poquito de la magia.

domingo, 8 de julio de 2007

El meme de los años

Hace 10 años:
Preparándonos para mudarnos a Egipto por un año. Sería la primera vez que mi marido y yo trabajaríamos juntos en un colegio internacional y quedamos adictos. El colegio fue horroroso, pero vivir en el Cairo fue una experiencia maravillosa. De todos los lugares donde hemos vivido, el Cairo es un lugar donde más queremos volver a vivir.

Hace 5 años:
Pasamos el primer verano post-9.11 en USA. Muchos cambios.

Hace 1 año:
Fue el primer verano despues de adoptar a Andreína en que ella y Michael pasaron más tiempo jugando que peleando. Alelúya. Cuando la adoptamos estabamos preparados a que Michaelito sintiera celos. Nunca se nos ocurrió que Andreína le tendría celos a Michael y que nos lo hiciera saber tan contundentemente.

Hace un mes:
Contando los días por que se acabaran las clases en el colegio donde trabajo.

Hace una semana:
Desempacando por fín al llegar a nuestra casita de Cape Cod. Que alegría guardar las maletas por cinco semanas.

Ayer:
Tremendo día de playazo. Michaelito por fín perdió su miedo del agua y pasó el día entero boogie boardeando. Malísimo día de bloggeo. El registro que escribí ayer me quedó aguado.

Hoy:
Fuímos a la iglesia y ahora flojera dominical.

Este meme se lo iba a pasar a Cho, pero ya lo hizo. Rosa y Tahylú prometieron hacerlo cuando Dabart lo posteo. Vamos a ver, Jacquie, Alleta, y MC.

sábado, 7 de julio de 2007

Hablando del clima

Iba a escribir para quejarme del patriotismo excesivo de mi marido, pero en vista de que acabamos de celebrar el cumpleaños de su país me pareció desleal y mezquino de mi parte. Además en el periódico publicaron el texto de la declaración de independencia de los EEUU y quedé enamorada de la elegancia de sus frases. Como me quedé sin tener nada que decir, pues ni modo, hablaremos del clima.

Yo viví en Venezuela las primeras tres décadas de mi vida, con excepción de mi segundo año de bachillerato cuando nos mudamos a Michigan para que mi mamá sacara su maestría en educación. Estudiamos la primaria en un colegio americano en Caracas, y aprendimos inglés porque en esa época si no hablabas inglés no tenias con quien jugar en el recreo. (También por supuesto porque el colegio era muy bueno, pero el que cree que no hay factores sociales en el aprendizaje de un idioma nunca entenderá más que “jeló” y “tank yu”.)

Siempre me ha gustado leer. La biblioteca de mi colegio era mi lugar favorito, y una de mis mejores amigas era Kirsten, que iba casi todas las semanas a la librería americana en Concresa para comprar otra torre de libros. Kirsten y yo pasamos largas tardes leyendo la una al lado de la otra.

A menudo en los libros encontraba personajes que decían que si no había más nada que comentar, siempre se podía hablar el clima. Yo me preguntaba como sería eso, a fin de cuentas en Venezuela sería una conversación muy corta.

En temporada seca,
- Hoy estuvo asoleado, diría uno
- Ayer también, diría el otro.
- Mañana estará asoleado también, diría el primero.
- Ajá.

En temporada lluviosa,
- Hoy llovió, diría uno.
- Ayer también, diría el otro.
- Mañana llueve, diría el primero.
- Ajá.

No hay más nada que decir, ¿verdad? No fue sino hasta que me mudé a New Hampshire con mi marido que me dí cuenta que el clima en otros lares ofrece más variedad y posibilidades de conversación. En NH dicen que si no te gusta el clima, esperes 10 minutos. Tendrás otras condiciones climatológicas porque nunca duran mucho. Aquí en Cape Cod es igual.

Tomemos ayer por ejemplo. El día amaneció nublado. El pronóstico del tiempo para el viernes había obligado al campamento de verano de mi hijo a cancelar un paseo para la playa. Cuando yo lo fuí a dejar en el campamento, ya hacía un solazo pegajoso. De allí llevé a mi hija a su clase de teatro y después fuimos a lavar la ropa en la lavandería automática. El sol duró el tiempo hasta que saqué la ropa de la secadora. De regreso a la casa viajamos bajo nubecitas de comiquita, gordas y blancas. Con el día tan bello decidimos ir a la playa donde trabaja mi marido. Primero almorzamos y luego pasamos un ratico por la biblioteca. El ratico se convirtió en ratote como siempre, y para cuando salimos las nubecitas de comiquita habían oscurecido. Nos regresamos a la casa perseguidos por las nubes y en cuanto llegamos empezaron las primeras gotas. A las 5 y cuarto fuimos a buscar a mi marido para que no tuviera que manejar su bicicleta en la lluvia. Teníamos pensado ir a un juego de pelota en el pueblo vecino pero la tormenta eléctrica que cayó al regresar nos obligó a quedarnos en casa. Uno de los rayos tumbó un árbol a tres metros de la casita. Hoy, cielo azul con las nubes esas finitas que significan que el tiempo pronto cambiará de nuevo.

Así fue también cuando nos mudamos al Líbano y a Tianjin. La única sorpresa fue Egipto, donde esperábamos tener solamente la primera conversación y resultó que lo que hablábamos era del frío insospechado que pasamos ese año.

Obviamente el antídoto al clima variable sería mudarnos a un lugar tropical, pero entonces me quedaría sin tema de conversación.

(Dedicado a Ambar. “Pa’ conversa’, amiga”.)

miércoles, 4 de julio de 2007

El costo de la ignorancia

Ayer ví un slogan que decía, “Si te parece que el costo de una educación es alto, considera el costo de la ignorancia”. (Después de buscarlo en google, me enteré que el autor es Derek Bok, docente y abogado.) Como soy maestra me pareció muy acertado el slogan, y hasta pensé que lo blogguearía en mi blog en inglés, pero no fue hasta que estaba pelando un aguacate para la cena que tracé un par de paralelos con mi vida.

Mi marido y yo tenemos 11 años trabajando como maestros en colegios internacionales, primero en Egipto, luego el Líbano y ahora en China. Esto significa que nos vamos de EEUU en agosto y regresamos en junio. Un año escolar es muy largo, no solo en tiempo cronológico sino también en tiempo percibido.

Cada vez que regresamos hay algo nuevo. En ocasiones es algo que me hace quedar mal, como el año que cambiaron las tapas de los aderezos para ensalada. Cuando nos fuimos en agosto, las tapas eran enroscadas. Cuando regresamos el siguiente junio, no había que desenroscar las tapas pues ahora tienen una visagrita que permite destapar un huequito sin remover la tapa. Ese junio tuve que comer ensalada seca varias veces antes de averiguar como abrir la botella de ñoña esa.

Hace dos años la novedad fue la dieta baja en carbohidratos. El año pasado fueron los suecos CROC. El primer año que regresamos fue el email. Cuando salimos en agosto, nadie sabia que era eso, al regresar en junio medio mundo tenía dirección electrónica. (Y por cierto que la usaron para enviarme cadenas, peticiones por las mujeres afganas, chistes malos, alertas escatológicas. Ofendí a un montón de familiares cuando les dije que no me interesaba recibir ninguna de esas idioteces.)

Este año la novedad probablemente será el wireless en todas partes. En agosto del año pasado era provincia solamente de los cafés como Starbucks. Ahora la biblioteca pública y hasta McDonald’s lo ofrece. Digo probablemente porque la novedad sea tal vez algo menos tecnológico: los aguacates Hass.

criollo Hass

En mi tierra el aguacate es grande y verde. Esta maduro cuando se siente ligeramente suave. Si está negro por fuera, está negro por dentro. Tengo diez años desconfiando el aguacatito Hass porque es negro por fuera y porque cuando yo lo abro después de haberlo dejado suavizar está pasado. A mi marido le gusta el aguacate, así que he intentado muchas veces de comprarlos en nuestros 11 años de matrimonio, pero sin éxito. Aquí no encuentro el aguacate criollo así que he comprado, y botado, muuuuchos Hass.

Este junio mi papá me explicó que el Hass está maduro cuando está duro y negro. Por primera vez abrí uno de esos aguacatitos y pudimos comerlo. Ahora tengo que aprender como sacarle la pepa porque mi truco de clavarle el cuchillo y levantarla no funcionó.

Si toman en cuenta que cada aguacate cuesta unos dos dólares y pico, el costo de los diez años de ignorancia aguacatil no ha sido despreciable. Ahora voy a ver cuánto me va a salir la educación con todas estas recetas de aguacate que encontré.

domingo, 1 de julio de 2007

New Hampshire

Pasamos la mayor parte de nuestras vacaciones en Cape Cod, en el estado de Massachussetts. Aquí mi marido trabaja como salvavidas. Eso nos permite tener una casita cerca de la playa, recibir visitas, y sobre todo, desempacar. Es un descanso que anticipamos con mucho recelo todo el año y ya les contaré de nuestra vida playera en otro registro.

Hoy les quiero contar más bien de New Hampshire, donde viven mi suegra y mis cuñados. New Hampshire es un estado pequeño, muy rural. Apenas cuenta con un millón de habitantes. La mayor parte del estado está cubierta de bosques. Hay montañas hermosas y muchos lagos, entre los cuales se destaca el lago Winnipesauke, el lago más grande en EEUU después de los cinco grandes lagos. Cada vez que llegamos nos preguntamos porque no nos basta vivir en este Edén.

En NH tenemos una casita y un apartamento que alquilamos. Todos los veranos regresamos a la casita, a hacer mantenimiento y a recoger nuestros peroles veraniegos para poder mudarnos a Cape Cod. Este año mi marido tuvo mas reparos que hacer que en otros años, y por lo tanto, tuvimos tres días completos con mi suegra en su casa a orillas del lago Winnipesauke. Esto nos dio oportunidad de hacer turismo por el estado, y el martes nos fuimos en busca del “río perdido”.

Lost River es un parque de cuevas. El río está “perdido” entre ellas. Me di gusto de tanto verde pues las cuevas están en un bosque hermosísimo. Las cuevas las descubrieron en la primera década del siglo XX y poco después se convirtieron en atracción nacional. Para llegarles ahora, uno desciende por el bosque sobre escaleras de madera y luego sigue una pasarela. Algunas de las cuevas son suficientemente grandes como para entrarles de pie, pero en otras hay que arrastrarse en cuatro patas. A mis hijos les encantó. Fuímos con dos amiguitas, un par de fieras bellas, y los cuatro gozaron más que en Disneylandia arrastrándose entre las piedras.

Pase toda la excursión tomando fotos, tratando de capturar la verde hermosura, pero ¿como capturar el sonido del agua, el cantar de los pájaros, el delicioso frío de las cuevas y el olor a pino?